
Aquí está el relato:
Hace unos días, fui a cenar a un restaurante al que llevo yendo hace más de 10 años, lo que indica una cierta confianza. Es un restaurante algo variable en cuanto a calidad y servicio, aunque la media suele ser buena.

Pasado un buen rato sin que apareciese el camarero con la tarjeta y el recibo, preguntamos al jefe de sala por el paradero de ambos. Éste, algo sorprendido y molesto, nos dijo que no nos preocupásemos, que como había mala cobertura el camarero aún no había podido hacer la transacción... que, total, ellos eran de confianza.
Habrá confianza pero, personalmente, me pongo nerviosa cuando pierdo de vista mi tarjeta de crédito y, más nerviosa aún, cuando he introducido mi PIN.
Pasado unos cuantos minutos más, el camarero apareció con tarjeta y recibo, con una disculpa y con una invitación a una bebida que no aceptamos.
Finalmente, nos marchamos del restaurante con un mal sabor de boca, a pesar de la buena comida.
Esta situación, tan desagradable e innecesaria, se habría evitado si el camarero me hubiese invitado a acudir con el a la zona en la que hubiese cobertura para realizar el cobro. Probablemente y por la confianza existente, habría declinado la invitación, aunque me habría quedado mucho más tranquila.

El responsable del restaurante debe aleccionar a su personal en las buenas prácticas en establecimientos de hostelería que incluyen, como una de sus máximas principales, procurar que la tarjeta de crédito siempre esté a la vista del cliente.
Como reza el dicho: "la mujer del César no sólo debe ser honrada, también debe parecerlo".
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