Es decir, la costumbre marca que, el que presenta el contrato para su firma, es el que tiene la sartén por el mango; el contrario sólo es el sujeto pasivo, por decirlo de alguna manera.
El que ofrece el contrato presenta las condiciones como inamovibles y ciertas, lo que genera en la parte contraria la necesidad de firmar sin cuestionarlas, aun cuando esas condiciones sean perjudiciales para sus intereses. Llevado por la sensación de que el introducir o eliminar cláusulas puede ser considerado inaceptable o grosero.
Las grandes compañías saben muy bien cómo utilizar esta tendencia, sólo hay que ver la cantidad de contratos preimpresos que nos ponen delante a diario: telefonía, internet, publicidad, gas, reparaciones, seguros, servicios bancarios, etc.
Ahora bien, si el contrato es un acuerdo entre dos partes, lo lógico es que ambas partes puedan negociar lo recogido en la expresión escrita de ese acuerdo, por ello, mis consejos son los siguientes:
- Siempre que puedas, evita los contratos preimpresos. Exige un contrato personalizado. Estás en todo tu derecho, aunque te digan lo contrario.
- Si al fin aceptas firmar ese tipo de contrato previamente impreso, ten en cuenta que suelen incluir las condiciones generales en su reverso y, curiosamente, están escritas en la letra más pequeña que han podido encontrar, así que léelas cuidadosamente. Si no eres capaz de leerlas, solicita una copia de esas condiciones en un formato legible. Y, como son contratos autocopiativos, cerciórate de que los datos clave estén suficientemente claros en tu copia.
- Ten en cuenta que puedes añadir cualquier tipo de condición siempre que no vaya en contra de la legislación.
- Si encuentras alguna cláusula abusiva o inadecuada, no dudes en pedir que sea retirada.
- Piensa que debes negociar las condiciones para que el contrato sea beneficioso para ambas partes, por lo que debes ser justo y prudente con tus exigencias y con las del contrario.
- En caso de duda, consulta siempre con un profesional. Si el contrato es sencillo, no habrá problema, pero si es complejo o hay mucho en juego, no te arriesgues. Puedes consultar con un abogado o, incluso, con los servicios jurídicos de alguna asociación a la que pertenezcas.
Y, como siempre recomiendo, lee el contrato dos veces antes de firmar.
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